Tras años sirviendo como un mero adorno, me apunté en octubre a clases de guitarra. Requiere constancia, paciencia, sacrificio...un montón de cualidades que yo no tengo y que debo aprender a cultivar. En estos pocos meses veo que el trabajo es mucho y los resultados pocos, pero también veo que esos pocos avances quedan afianzados. Lo cierto es que me está resultando una lección maravillosa extrapolable a muchos ámbitos más. Encima me relaja, me saca del trajín continuo del día a día. Me quita de encima un poco del peso de las responsabilidades que tengo como padre, como marido, como jefe. Mola.